Se produce cuando percibimos:
►Un cambio al que debamos adaptarnos
►Una amenaza a nuestra personalidad
►Una situación impredecible
►Algo incontrolable
Como consecuencia de esto se disparan en nuestro organismo una serie de reacciones para prepararnos para tal situación.
Las reacciones más frecuentes son la alteración del ritmo cardiaco, aumento de la presión arterial, se tensión de los músculos, el cerebro se pone alerta y vigilante, etc. Nos activamos, pero también en nuestro cuerpo se desactivan ciertas funciones vitales que no son urgentes, ni tan necesarias para la alta capacidad de respuesta, por ejemplo, disminuye el apetito, baja la líbido, cambia el humor, etc.
El estrés proviene de tres fuentes:
►Nuestro entorno: ruido, atascos, horarios rígidos, normas estrictas, conflictos interpersonales, exámenes, etc.
►Nuestro cuerpo: momentos difíciles como la adolescencia, el envejecimiento, la enfermedad, accidentes, dietas, problemas de sueño, etc.
►Nuestros pensamientos: la manera en que nosotros interpretamos una situación nos provocará estrés o no. Si pensamos que algo que nos ocurre es amenazante, incontrolable, impredecible, se desencadenará una respuesta estresante en nuestro organismo. Además, si pensamos con frecuencia en estos problemas nos produce más tensión aún.
Cuando el estrés se vuelve crónico puede manifestarse con diferentes síntomas. Podemos combatir el estrés de diversas formas: hacer ejercicio, relajarnos, aprender a respirar, sentir y pensar positivamente, relacionarse, reírse.